“Cuidarnos para cuidar”: los tutores deben estar regulados para apoyar a los niños, cuyo cerebro está madurando e integrando sus distintas partes, incluyendo las emociones y la cognición. Su labor es amortiguar el impacto de diversas situaciones estresantes en sus hijos, por eso es fundamental el autocuidado.
Interacción: es importante que los padres establezcan una interacción recíproca con sus hijos, que parta de las señales que ellos emiten.
Interacción emocional: es esencial para el desarrollo socioemocional de los niños y niñas enseñarles a reconocer sus sentimientos y nombrarlos.
Rutinas: son importantes para los adultos y los niños, pues reducen la ansiedad y generan estabilidad. Estas se deben ajustar a la situación que vive cada familia, ayudando a los niños a predecir su entorno y a los padres a organizar los tiempos.
Regular: a través de ejercicios de respiración o yoga se puede ayudar a regular a los niños. Además, cuando se desregulen los cuidadores pueden conversar con ellos, cambiar el foco de la situación o contenerlos física y emocionalmente.